Los gnomos de Gnu

Los gnomos de Gnu – Umberto Eco

Había una vez en la tierra —y quizás lo haya todavía— un emperador muy poderoso que quería descubrir nuevos territorios a toda costa.

—¿Qué clase de emperador soy yo —gritaba—, si mis naves no descubren ningún continente nuevo, lleno de oro, de plata y de pastos, al que pueda llevar nuestra civilización?

Y sus ministros contestaban:

—Majestad, en la tierra ya no queda nada por descubrir. ¡Mire el mapamundi!

—¿Y esta islita tan pequeña que veo aquí? —preguntaba ansioso el Emperador.

—Si aparece en el mapamundi, es que ya la han descubierto hace tiempo —replicaban los ministros—. Es posible que incluso hayan instalado allí una colonia de vacaciones. Y, por otra parte, hoy en día ya no se hace nadie a la mar para descubrir islas y continentes. Hoy en día, los astronautas recorren las galaxias.

—¿Ah sí? —contestó testarudo el Emperador—. ¡Pues enviad a un explorador galáctico al espacio! ¡Y que no vuelva hasta que haya descubierto al menos un pequeño planeta habitado!

Así se hizo, y el Explorador Galáctico (E. G. para los amigos) estuvo tiempo y tiempo vagando por la inmensidad del espacio en busca de un planeta que civilizar.

Pero sólo encontraba planetas rocosos, planetas polvorientos, planetas llenos de volcanes que escupían fuego… De planetas bonitos y habitados, ni rastro.

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Hasta que un día, precisamente en el rincón más alejado de toda la Galaxia, mientras enfocaba su megatelescopio megagaláctico, E. G. vio una cosa maravillosa…

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