Archivo de la categoría: imaginación

El despertador del sol

El despertador del sol

Mi padre era el más grande.

Todas las mañanas a las seis, despertaba al Sol.

“Presta atención, hijo mío”, decía poco antes de abandonar a las gallinas, “voy a salir y despertaré al Sol”.

Se subía a lo alto de un montón de estiércol y cantaba.

Era un poderoso quiquiriquí.

Despertaba al Sol. Todos los días.

¡PODEROSO!

También esa mañana, yo desperté temprano. Siempre me despertaba temprano, pero nunca antes de papá.

Esa mañana, no vino. Estaba caído de espaldas y con las patas estiradas al aire.

Mi madre dijo: “Tu padre no puede hoy despertar al Sol. A partir de hoy, te toca a ti”.

Yo nunca había despertado al Sol.

Madre se encontraba en la puerta de la cuadra y asentía. Ella me creía capaz de todo.

 

Canté.

El Sol salió.

Yo lo había despertado.

Hacia el mediodía, vino a verme Juani. Dijo:

“No intentes presumir. El Sol sale también sin ti”.

No la creí.

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El caballero que no quería luchar

El caballero que no quería luchar

Leo era un gentil caballero de la cabeza a los pies.

Mientras a otros caballeros les gustaba luchar,

él prefería sentarse con un libro a disfrutar.

 

Con todo el mundo era amable

y hasta a las moscas dejaba en paz.

 

Y así cuando sus padres le decían:

“¡Los caballeros deben LUCHAR!”,

él no entendía a qué venía tanto afán.

 

Una mañana los padres de Leo se sentaron dispuestos a hablar.

Les parecía muy bien eso de leer, pero para algo más se tenía que preparar.

 

Y le enseñaron un anuncio espectacular del periódico local.

¡Se buscaba domador para un dragón!

Pero a Leo no le pareció tan genial.

—Ya verás lo mucho que te divertirás, lo cual no te viene nada mal.

Y por si acaso es fiero el dragón, aquí tienes un equipamiento fenomenal.

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Los gnomos de Gnu

Los gnomos de Gnu – Umberto Eco

Había una vez en la tierra —y quizás lo haya todavía— un emperador muy poderoso que quería descubrir nuevos territorios a toda costa.

—¿Qué clase de emperador soy yo —gritaba—, si mis naves no descubren ningún continente nuevo, lleno de oro, de plata y de pastos, al que pueda llevar nuestra civilización?

Y sus ministros contestaban:

—Majestad, en la tierra ya no queda nada por descubrir. ¡Mire el mapamundi!

—¿Y esta islita tan pequeña que veo aquí? —preguntaba ansioso el Emperador.

—Si aparece en el mapamundi, es que ya la han descubierto hace tiempo —replicaban los ministros—. Es posible que incluso hayan instalado allí una colonia de vacaciones. Y, por otra parte, hoy en día ya no se hace nadie a la mar para descubrir islas y continentes. Hoy en día, los astronautas recorren las galaxias.

—¿Ah sí? —contestó testarudo el Emperador—. ¡Pues enviad a un explorador galáctico al espacio! ¡Y que no vuelva hasta que haya descubierto al menos un pequeño planeta habitado!

Así se hizo, y el Explorador Galáctico (E. G. para los amigos) estuvo tiempo y tiempo vagando por la inmensidad del espacio en busca de un planeta que civilizar.

Pero sólo encontraba planetas rocosos, planetas polvorientos, planetas llenos de volcanes que escupían fuego… De planetas bonitos y habitados, ni rastro.

**

Hasta que un día, precisamente en el rincón más alejado de toda la Galaxia, mientras enfocaba su megatelescopio megagaláctico, E. G. vio una cosa maravillosa…

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Los benefícios de la imaginación

Los beneficios de la imaginación

Así que llego a mi defensa personal de los beneficios de la imaginación,
especialmente en la ficción, y sobre todo en los cuentos de hadas, leyendas, fantasía,
ciencia ficción y el resto del catálogo.

Creo que la madurez no es un crecimiento, sino un desarrollo; que un adulto no es
un niño muerto, sino un niño que sobrevivió. Creo que todas las mejores facultades de un ser humano maduro existen en el niño, y que, si estas facultades se estimulan en la
juventud, actuarán bien y sabiamente en el adulto, pero si son reprimidas y se les niega en la infancia, refrenarán y estropearán la personalidad adulta.

Y, por último, creo que una de las más profundamente humanas y humanitarias de estas facultades es el poder de la imaginación, de modo que es nuestro grato deber, como bibliotecarios, maestros, padres o escritores, o simplemente como adultos, alentar la capacidad imaginativa de nuestros hijos, animarla a crecer libremente, a florecer como el laurel, dándole el mejor, simplemente el mejor y más puro alimento que pueda absorber.  Seguir leyendo –>

Ursula Le Guin

La ballena

Noé vivía con su padre y seis gatos a la orilla del mar.

Todos los días, el papá de Noé se levantaba temprano y salía a trabajar en su bote de pesca.

No volvía a casa hasta que caía la noche.

Una noche, una tormenta gigantesca sacudió toda la casa.

Por la mañana, Noé fue a la playa para comprobar cómo había quedado todo después de la tormenta.

Mientras caminaba por la orilla, divisó algo a lo lejos.

A medida que se acercaba, Noé no podía creer lo que estaba viendo.

Una pequeña ballena estaba varada en la arena.

Noé se preguntó qué podía hacer.      Sigue leyendo →